martes, 25 de febrero de 2014

Por la Venezuela que recuerdo, la que quiero que volvamos a ser...

Iba acomenzar este escrito diciendo que soy una anónima, pero no, no lo soy porque hoy yo soy Venezuela, allá donde voy, aquí donde vivo, ahí donde digo “hola” y alguien me pregunta al sentirme el cantaíto “¿de dónde sos?” y yo con orgullo le contesto: soy venezolana. Sí, como esta mil cartas hemos hecho, yo y esos otros que también se llaman Venezuela,pero no puedo más que desgastarme en letras porque es lo que sé hacer, no sé hacer videos, soy malísima para idear pancartas concisas y contundentes, si tiro una piedra tengo tan mala puntería que seguro la convertiría en boomerang y me daría a mí misma, mi voz no es tan fuerte para gritar y que se destaque entre la muchedumbre que protesta pero… pero tengo estas letras y sí, necesito decir que estoy en disenso y que estoy llorando, mucho pero no quiero que esta vez sea en silencio. Explicar las razones por las que protestamos los venezolanos es redundar para muchos, lo sé, solo les escribo esto, a quien quiera leerlo para lograr despertar en ti,en ti, en vos, en usted, en vosotros, una pequeña empatía que les despierte un poquito, tan solo un poco, de lo que siento y tal vez entiendan por qué nos duele, por qué me duele tanto. Gente, me duele y hago esta carta bien largota porque mi idea no es que se convierta en viral en internet, no quiero figurar ni sacar rédito de mi duelo, no me importa donde la lean con tal de que lo hagan y se den cuenta de por qué estamos todos tan descolocados, por qué esos venezolanos que siempre fuimos conocidos como dicharacheros, bromistas, hasta agrandados, ahora parecemos tan tristes, tan molestos y cantamos a cada rato, ya no como loros, el himno nacionalentendiendo clarito eso de “abajo cadenas” y se nos quiebra el grito de “gloria al bravo pueblo” pensando en los estudiantes y sociedad civil que está llevando muerte a su casa a cambio de pelear por un mejor país. El venezolano no era conocido como un emigrante en el mundo, al contrario, éramo sun país donde no había frontera cerrada para nadie, las guerras, guerrillas,dictaduras y hambrunas mundiales le dieron a mi tierra la maravillosa oportunidad de convertirse en plural y tener uno de los mestizajes más profundos del mundo, no hay rincón de mi país donde alguien no tenga un familiar europeo, por ejemplo, llevo hasta en mis apellidos esa prueba. Les voy a contar cómo era el país donde yo pasé mi infancia: los abastos eran casi exclusivos de los portugueses y creo que había más Funchales que en Funchal; la gastronomía italiana tenía en Venezuela una de las mezclas más interesantes y sabrosas en los miles de restaurantes que regaron por todos lados, academias de flamenco prosperaban mientras la vecina nos hablaba en una perfecta pronunciación española que en treinta años no había perdido ni un poco y eso era absolutamente normal. Un Haitiano, bien negrito y de sonrisa blanquísima,me vendía los palitos de helado y muchos colombianos nos vivían peleando el gentilicio de la arepa entre risas y dominó; sabíamos lo que podía resolvernos un “arroz a la cubana” porque no había cubano que no supiera lo fácil y económica que era esa comida. Mi abuelo no había tango que no cantara y la gente en general se debatía entre seguir a la selección de Brasil o deArgentina en el mundial porque nosotros lo que hacemos es béisbol, el fútbol era de esos grandes. Uno de mis primeros noviecitos era chileno y tuve mi primer guayabo cuando se devolvió para Chile. La Guyana era “Zona en reclamación” nuestras Malvinas pues, y echábamos chistes de argentinos y gochos y gallegos con una facilidad pasmosa porque siempre había alguno de esos representantes cerca para echarle broma. Crecí harta de escuchar y cantar el himno tooodos los días como una lorita sin entender nunca esa letra y el empeño en que nos aprendiéramos cada estrofa y en orden apesar de que me parecía eterno, hasta me acuerdo que una vez nos hicieronanalizarlo y pensé “coño pero qué enrevesados para decir las cosas, esto seguro lo escribió un maracucho” pero sí me encantaba la bandera, me parecía tan bonita, las estrellas, siete, y ese escudo con un caballo brioso y blanco; a la vista ese tricolor, con los colores primarios, siempre es tan agradable y alegre, como mi pueblo, esos sí me parecían muy apropiados. Los grandes problemas de la sociedad del momento eran que subía o bajaba el dólar, que el petróleo cotizaba más o menos y se discutía en la calle, algún que otro “resuelvetodo”, que no podía ser que fuéramos un país monoproductor si teníamos tantos recursos; tal vez alguien insultaba por dentro al gobierno cuando tenía que ponerle, de los cinco tipos, una gasolina de menor octanaje porque no le alcanzaba ese día para una más pura “coño voy a hacer mierda el motor” uf eseera un gran problema. Y me acuerdo que a todo el mundo le encantaba comprarse algo importado y lo exhibíamos todos orondos. Me iba con mi prima a ver los ensayos de la Orquesta Sinfónica y nos poníamos bien bonitas, a lo sumo nos fastidiaba que nos dijeran cosas en la calle, pero nunca tuvimos miedo de parecer oligarcas o imperialistas por estas bien vestidas. Por supuesto, el director de la orquesta ni pensaba en el líder de turno ni en su influencia sobre su música, la hacía y ya. Toditos éramos bolivarianos porque qué orgullo que Bolívar fuera nuestro y que nadienos viniera a contar las verdades de sus locuras o sus devaneos amorosos, que ese señor era un libertador y se respetaba, punto, tanto que sí, muchos venezolanos nos sabemos de memoria sus pensamientos diseminados en cartas y tratados y muchos hasta pensábamos que aquello de “pueblo unido jamás será vencido” era una frase de él. No lo cuestionábamos, si era tan brillante seguro eso también lo había dicho él. A veces voy caminando por la calle y veo a todos serios y sonrío, porque eso aprendí en mi país cuando era chiquita, el venezolano que yo conocí era de gesto relajado, hablador hasta por los codos con cualquier desconocido en una tienda, en el metro, en el autobús… el venezolano que yo conocí no era desconfiado, era amigable, solidario y llamaba hermano a todo el mundo, bueno, “mano” porque nos comemos las letras con la misma facilidadque una buena arepa. Y quiero que nos sigan conociendo así, por eso intento desesperadamente, aunque me cuesta, no llenar estas letras de consignas o esas imágenes terribles de una bandera desgarrada o llena de sangre. Confieso que para protegerme de eso pasé tiempo, largo, intentando no saber, no ver, no enterarme de lo que pasaba en mi país pero es tan imposible hoy, tanto como no decirles que no tengo fuerza para rendirme, no ahora que parecen escucharnos en nuestras más terribles horas. Quiero aprovechar esto para que les duela, como a mí y provocarles ganas deconocer esto que he descrito que somos, que fuimos, que añoro que volvamos a ser. Adriana Guerrero. Febrero 2014